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La historia de la calefacción

Hipocausto

05.01.2015

El ser humano es de los pocos seres vivos que no poseen suficiente pelo o plumas para soportar periodos de excesivo frío. Para ello y desde tiempos pretéritos, ha utilizado lo que ha tenido a su alcance para paliar ese déficit tan importante para la supervivencia de la especie. Es por esto que la relación entre la calefacción y el ser humano es muy estrecha y de ella ha dependido en gran parte la adaptación del hombre en todas las zonas del planeta.

 

 

En sus orígenes, el ser humano no conocía el fuego y combatía las épocas de frío utilizando pieles de animales para cubrirse y viviendo en lugares donde no existía una gran oscilación térmica, como las cuevas. Además, el radio de habitabilidad del hombre se reducía a las zonas templadas del planeta. El descubrimiento del fuego por parte del Homo Erectus se calcula que fue hace más de 450.000 años y esto supuso un enorme avance en la supervivencia de la especie.

El fuego, aunque aporta grandes propiedades caloríficas, también tiene sus inconvenientes. Necesita oxígeno (a través del aire), su combustión desprende humo y es peligroso si no se delimita bien su espacio, ya sea porque puede quemar así como asfixiar con el humo.

A lo largo de toda la historia, se han ido diseñando sistemas de calefacción a través del fuego y de la evacuación del humo. Los griegos utilizaron un método llamado hipocausto, en el cual el centro productor de la calefacción se encontraba fuera del local habitado, el cual se calentaba utilizando unas tuberías que transportaban el humo caliente, antes de salir éste al exterior.

Aunque el sistema del fuego a tierra es muy conocido en la actualidad, este método de calefacción no se solía utilizar mucho en los países mediterráneos. Sí se utilizaba en el norte y en las zonas de alta montaña pero aquí se preferían los braseros, ya que eran pequeños muebles que contenían brasas que calentaban una estancia concreta. No consumían demasiado combustible y se podían desplazar entre las estancias de una vivienda. Este sistema perduró durante siglos hasta hace unas pocas décadas.

Calefacción en casas rurales

Pese a los avances en este campo a lo largo de la historia, no hace tanto tiempo que en las zonas más rurales aún se recorrían a remedios muy ingeniosos y sostenibles para mantener el calor en los hogares. De entrada, era muy importante la orientación de las casas y la altura de éstas, siendo prioritarias las casas bajas para evitar que el aire caliente ascendiera, de la misma manera que era muy importante integrarlas muy bien en el terreno. 

De hecho, se trataba de maximizar el calor del sol en invierno y conservar al máximo su aportación calorífica. En este sentido, las gruesas paredes de piedra típicas de muchas casas rurales ofrecen una gran inercia térmica, lo cual permiten conservar mucho el calor en invierno. Además, era muy común beneficiarse del calor generado por los animales de ganado de la casa, que solían ubicarse debajo o al lado de los dormitorios. En el salón-comedor, en cambio, se recorría a grandes chimeneas de ladrillo o adobe con gran poder de retención de calor, y es aquí precisamente donde se hacía más vida familiar al llegar la noche. 

La estufa de leña

La estufa de leña fue uno de los primeros avances en los sistemas de calefacción cerrados para las viviendas. Su combustión depende de un sistema de regulación de la entrada de aire, por lo que se puede escoger el tipo de combustión del fuego (lenta o rápida). Además, el fuego se encuentra en el interior de la estufa, por lo que se evita el peligro de sufrir quemaduras. Su diseño permite también que el humo que desprende el fuego pueda calentar parte de la estancia a través del tubo extractor. El gran inconveniente de la estufa de leña es que se tiene que reponer leña a menudo.

La calefacción central

Llegó la Revolución Industrial y con ella la utilización del vapor como elemento de potencia y también de calefacción. De esta manera aparecieron las calderas que calentaban fluidos y éstos eran transportados a través de conductos o tuberías hacia los locales o viviendas a calentar. La principal ventaja es que la sala de la caldera podía estar en un espacio muy ventilado en un local separado de las viviendas y transportar la energía calorífica a habitáculos concretos, edificios y hasta barrios enteros (calefacción urbana). Más adelante, el vapor fue sustituido por agua, elemento que hemos utilizado hasta hoy día.

El combustible más utilizado en estos sistemas de calefacción ha sido el fueloil, el gasóleo y el gas natural, a los que se ha añadido la electricidad como elemento productor de calor.

La calefacción radiante

En la actualidad encontramos que nuestra sociedad depende en gran medida del combustible fósil (gasóleo, gas butano y gas natural), siendo éstos cada vez más caros para nuestra economía. Además, existe un creciente sentimiento de responsabilidad hacia todo aquello que comprometa a corto, medio y largo plazo al medioambiente.

En este sentido, han aparecido en las últimas décadas sistemas avanzados de calefacción cuyo objetivo es proporcionar confort en una vivienda o local minimizando el consumo y ofreciendo la posibilidad de funcionar con energías renovables. Nos referimos a los sistemas de climatización radiante, un método de calefacción y refrigeración que ya hace décadas que se está instalando en edificios y viviendas. Pero esto ya merece un artículo aparte en nuestro blog.