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Suelos radiantes: un poco de historia

Historia suelo radiante

21.12.2020

Una mirada atrás para descubrir los orígenes y evolución de los sistemas radiantes.

La idea de crear un ‘suelo caliente’ para el confort tiene un origen sorprendentemente remoto. Los primeros suelos radiantes, muy primitivos pero plenamente operacionales, nacen en el Neolítico – el último periodo de la Edad de Piedra antes de entrar en la Edad del cobre, hace unos 7.000 años atrás.

Suelo radiante: orígenes en China y Corea

Según evidencias arqueológicas, los primeros suelos calefactables se desarrollaron en el norte de China y Korea, así como la región adyacente de Manchuria (ahora un extenso territorio repartido entre China y Rusia). Denominado ‘kang’, se trataba de un suelo levantado realizado con arcilla cocida o ladrillos, y con una extensión de un tercio o la mitad de la estancia. En su interior se hacía pasar el humo proveniente del fuego principal de la cocina. Este sistema era capaz de retener el calor durante una noche, sin necesidad de tener el fuego encendido, lo cual convertía en la superficie del kang en el lugar de pernoctación de la vivienda.


Ilustración del funcionamiento de un odol coreano.

Entre el 5000ac y el 1000ac, este tipo de sistemas se fueron refinando en estas zonas de Asia. En Corea, se desarrolló el ‘ondol’, un sistema mucho más integrado que formaba parte de la propia vivienda. El piso hecho de mampostería se sustentaba sobre grandes piedras y papel con aceite de extractos de pino a fin de retener el calor. Por debajo se hacía pasar el humo proveniente del fuego principal, encontrado en otra sala o la cocina y encontraba la salida por una chimenea situada en el exterior de la casa.

El sistema ondol ha sido tan popular en Corea a lo largo de su historia que ha sido el método principal de calefacción hasta la llegada de los sistemas radiantes actuales por agua. Gracias a esta larga tradición, para la mayoría de coreanos el concepto de calefacción va intrínsecamente ligado al suelo radiante y no a radiadores o estufas.


Los patios exteriores de los edificios coreanos tradicionales contiene grandes chimeneas para la extracción del humo del odol.

En Europa: del hipocausto romano a la gloria castellana

Si bien parece que hay referencias en la Grecia clásica a aplicaciones parecidas, como la calefacción del Templo de Efeso circa 350ac, la implantación práctica de los suelos radiantes llegó con los romanos. Según las crónicas, se atribuye al ingeniero Caius Sergius Orata el perfeccionamiento de un sistema que recibiría el nombre de hipocausto. A partir del 80ac, los edificios públicos romanos, así como de las villas de los ciudadanos más ricos empezaron a incorporar este suelo por el que se hacía circular aire caliente también provenientes de fuegos externos.

El sistema hipocausto fue de los primeros en funcionar como calefacción central y su propagación por Europa se logró gracias a su extensivo uso en los baños públicos romanos. Tras la caída del Imperio Romano, a partir del año 500, la calefacción radiante prácticamente desapareció del viejo continente. En cambio, en zonas del norte de África, actual Turquía e Irak se mantuvo (con diferentes nombres, como tabakhana, atishkhana o sandali). Esto permitió su reintroducción en la Península Ibérica gracias a los musulmanes.


Ejemplo de hipocausto conservado en Cartagena (Murcia). El suelo se levantaba sobre las pilonas; en la pared del fondo a la derecha se aprecia el espacio para el fuego principal, con un arco romano coronándolo.

Ya en plena Edad Media, en Castilla se populariza el sistema llamado gloria. Heredero directo del hipocausto, dispone de una chimenea situado en el exterior o la cocina. El principio de circulación era el mismo que el sistema romano y permitía su regulación restringiendo el aire que usaba el fuego, para controlar su intensidad. Su uso fue muy extenso y apreciado: se llamó gloria en una clara referencia al concepto de paraíso cristiano y la expresión “estar en la gloria” tiene su origen en aquellos que disfrutaban del bienestar que aporta este suelo radiante.

La gloria no fue un caso aislado. A medida que avanzaba la Baja Edad Media, se recuperaron y mejoraron más suelos de tipo hipocausto. El castillo de la Orden Teutónica de Malbork así como varios monasterios en Polonia o los baños turcos en el Imperio Otomano son ejemplos de sistemas radiantes de este periodo. Ya en pleno Renacimiento, en Francia encontramos también las primeras paredes radiantes para su uso en los invernaderos de los lujosos palacios y châteaus.


Esta placa en el exterior de los baños árabes de Ronda (Málaga) ilustra perfectamente el funcionamiento del hipocausto.

Del aire al agua: hacia el suelo radiante moderno

Con la llegada del siglo XIX y el avance considerable en todos los campos científicos, las calefacciones pasaron de usar el aire caliente al vapor o el agua como elemento de transmisión del calor. Esto también supondrá una revolución para el suelo radiante.

Aunque incluso en el siglo XX se realizan construcciones con sistemas basados en el hipocausto (por ejemplo, la Catedral de Liverpool en 1904), arquitectos avanzados a su tiempo como el norteamericano Frank Lloyd Wright empiezan a considerar los suelos radiantes como método de calefacción. En 1937, Wright diseña la casa Herbert and Katherine Jacobs First House, que incorpora tubos de calefacción a vapor en una base de arena bajo el suelo principal de hormigón. Su inspiración proviene de sus visitas a Japón; el país del sol naciente usó durante muchos años sistemas derivados del ondol coreano.


Jacobs I se considera la primera casa 'usonina' de Lloyd Wright, que intentava romper con todos los cánones de la arquitectura de entonces.

Tras la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos se realizan las primeras promociones inmobiliarias cuyas viviendas usan suelo radiante hidrónico. Se adopta el agua como elemento transmisor y la caldera como generador de energía. Sin embargo, aún se usaban tuberías de cobre con los problemas que conlleva de corrosión. El gran cambio llegó con la introducción del PEX (invento británico de 1933) en la construcción de tuberías a escala masiva a partir de los años ’50 y ’60, además de la creación del sistema de barrera antioxígeno para estas tuberías PEX en la década posterior. Con ello se crea el sistema radiante actual, que se convierte en una de las opciones más demandadas en el norte de Europa y un estándar en gran parte de Asia.

Ahora en el siglo XXI vivimos una segunda revolución de los sistemas radiantes gracias a la incorporación de la aerotermia para mejorar aún más su eficiencia. Con estas soluciones integradas HVAC (Heating, Ventilating and Air Conditioning), podemos disfrutar de calefacción y refrigeración a la par que ventilamos edificios. Y todo ello pudiendo integrar fuentes de energías limpias y reduciendo el consumo global.